En las alturas de los Andes peruanos, a orillas del lago Titicaca en el departamento de Puno, se encuentra Juli, una joya colonial que guarda siglos de historia, cultura y tradición. Fundada durante la colonia por los Dominicos con el objetivo de establecer templos religiosos para preparar misiones en su labor evangelizadora en el sur de América, se convirtió en una ciudad de gran fervor católico.
Su arquitectura colonial, bien conservada hasta el día de hoy, es testigo de su pasado glorioso. Las antiguas casonas coloniales, con sus balcones de madera tallada y sus patios internos llenos de flores, dan testimonio del esplendor de épocas pasadas. Entre los monumentos más destacados se encuentra la majestuosa Iglesia de Santa Cruz, una obra maestra de la arquitectura religiosa colonial, con su fachada barroca y su interior ricamente decorado con pinturas y esculturas sacras.
También destacan el Templo de Santo Tomás de Aquino, el más grande de la ciudad; el Templo de San Pedro Mártir, construido en 1565 con piedra granito blanco en forma de Cruz Latina, esta iglesia atesora arte nativo aimara y pinturas de diversas escuelas en su interior y la Basílica Menor de San Pedro.
Además, Juli cuenta con varios templos que han sido convertidos en museos, donde los visitantes pueden explorar la historia y la cultura de la región a través de sus exhibiciones y colecciones. Entre ellos se encuentran el Templo Museo San Juan Bautista de Letrán, el Templo Museo Nuestra Señora de la Asunción y el Templo Santa Cruz de Jerusalén.
Asimismo, Juli es conocido por sus célebres arcos y monumentos históricos, que adornan sus calles y plazas con su elegancia y belleza:
El arco Arcopata fue construido a fines del siglo XVI en piedra labrada y engarzada con cal, con un triángulo de cornisas con el escudo de la Orden de Jesús, siendo un símbolo emblemático de la ciudad. A su vez, están los Arcos del Templo de Santa Cruz de Jerusalén, construidos sobre pilares de piedra granito, con el mismo escudo que añade un toque de esplendor y majestuosidad al templo. Finalmente, el Arco de la Asunción, elaborado en piedra tallada en alto relieve y decorado con flores silvestres, se encuentra en la entrada al atrio de la iglesia Museo Nuestra Señora de la Asunción.
Los festivales religiosos son una parte fundamental de la vida en Juli. La Fiesta de la Cruz, celebrada cada año en mayo, es uno de los eventos más importantes del calendario. Durante esta festividad, las calles se llenan de color y alegría con procesiones, danzas tradicionales y ceremonias religiosas que honran la cruz como símbolo de fe y protección.
Juli se encuentra en un entorno natural privilegiado, rodeado de paisajes impresionantes que invitan a la exploración y el descubrimiento. A pocos kilómetros de la ciudad se encuentra el lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, que ofrece una variedad de actividades acuáticas. Además, cuenta con una hermosa playa muy cálida en los meses de verano; esta se encuentra a orillas de la montaña mayormente conocida como “Huaquina”. Desde la cima, se puede ver un hermoso atardecer.
En resumen, Juli es mucho más que una ciudad colonial en las alturas de los Andes peruanos; es un destino turístico completo que ofrece historia, cultura, tradición y naturaleza en un solo lugar. Ya sea recorriendo sus calles empedradas, admirando sus iglesias centenarias, participando en festivales tradicionales o explorando los paisajes naturales que la rodean, una visita a Juli es una experiencia inolvidable que dejará una marca indeleble en el corazón de todo aquel que tenga la fortuna de conocerla.
¡Ven y conoce la ‘Pequeña Roma de América’, Juli!
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