En la maravillosa región de Puno, en el sur del Perú, el conocimiento ancestral está resurgiendo para reavivar áreas verdes que enfrentan los estragos causados por el cambio climático. Los Waru Waru, voz quechua que significa camellón, están siendo rescatados por los agricultores del distrito de Acora (3.867 m s. n. m.) para proteger sus valiosos cultivos.

Desde una vista aérea, se asemejan a enormes geoglifos circulares, pero en realidad son la manifestación de una técnica prehispánica e ingeniosa de protección. Por varios años se tuvo la idea de que eran formas hechas por los extraterrestres.

Construidos en las pampas inundables de Acora, estas plataformas elevadas rodeadas de agua miden hasta 100 metros de largo, por entre 4 y 10 de ancho y uno de altura, creando microclimas favorables para el crecimiento de las plantas. Además, su sistema de drenaje inteligente evita que se inunden durante las lluvias intensas. Para construirlos, se abren surcos en las zonas inundables hasta formar una plataforma rectangular, donde posteriormente se realiza la siembra.

El resurgimiento de los Waru Waru no solo está beneficiando a los agricultores locales, sino que también está contribuyendo a la preservación de alimentos nativos importantes, como la papa y la quinua, que son esenciales para la dieta global debido a su alto valor nutricional.

Los orígenes de estos camellones se remontan a más de dos mil años en la región aimara, pero fueron redescubiertos en la década de 1990, después de haber caído en desuso durante el imperio inca. Desde entonces, los pobladores han estado utilizando este sistema con éxito para enfrentar sequías y heladas inesperadas.

Además de su utilidad práctica, también son una parte importante de la identidad cultural de la región. Los agricultores realizan rituales como el Luqta, una ceremonia en lengua aimara que busca la bendición de la madre tierra para una buena cosecha y protección contra el granizo.

Gracias a los 6 Waru Waru implementados, los agricultores de Acora pueden vivir tranquilos, sabiendo que tienen una forma sostenible y resiliente de cultivar sus alimentos sin depender de la ciudad. Este antiguo conocimiento está demostrando ser una poderosa herramienta para preservar las tradiciones culturales de la región.